¿Qué es ´Gobierno Abierto´?

Gobierno Abierto, tan de moda como maltratado en los últimos tiempos, tiene un problema: la sociedad desconoce lo que es, a pesar de su creciente demanda en la calle. Esta realidad, percibida de forma nítida por quienes lo sentimos, parte del abuso del concepto cuando todavía es un neonato incapaz de valerse por si mismo.

Gobierno Abierto, en mi opinión, y después de haber estudiado y vivido iniciativas dentro y fuera de mi país, España, es situar al ciudadano en el centro de la acción política. Punto. Lejos, insisto, en una apreciación personal, queda el Memorandum de Obama que marca la transparencia, colaboración y participación como líneas fundamentales. Ejes muy sugerentes y vistosos para una presentación, pero ya superados por quienes deben entender el Gobierno Abierto tal y como se está exigiendo desde la sociedad.

Tanto la Declaración de Derechos de Virginia, como la Revolución Francesa, marcaron, a finales del siglo XVIII, el inicio de la ‘soberanía popular‘, que se materializa hasta nuestros días en el sufragio universal -al menos en los países de nuestro entorno-. Más de 220 años después, catalizado por la irrupción de las nuevas formas de comunicación basadas en la popularización de la tecnología, el cambio ha llegado en forma de interactuación continua a la ciudadanía, situando, como indiqué al inicio de este post, a las personas en el centro de la acción política, con independencia de si la administración es local, regional, nacional o global.

‘El poder pertenece al pueblo‘, así pensaron los revolucionarios de la Plaza de la Bastilla y de Virginia. ‘La información pertenece a la ciudadanía‘, así pensamos quienes consideramos que el cambio de modelo ya está aquí. ‘Información es poder‘, y debe pertenece a quienes pagan sus impuestos para generar esta información. Por lo tanto, y haciéndolo fácil, los responsables políticos, a los que todavía sustenta un viejo modelo bicentenario, están obligados a facilitar el acceso a la información e iniciar una masiva e inmediata apertura de datos, de todos los datos, obviamente excepto los estrictamente confidenciales. Únicamente con estos dos simples parámetros conseguiremos un real y demandado ‘Gobierno Abierto’, o lo que es lo mismo, seremos transparentes en la práctica y no solo en la patética teoría, posicionando de verdad al ciudadano en el centro de la acción política, conocedor de todos y cada de los movimientos de quienes, de forma caduca, se les vota cada cuatro años. De la misma forma, y siendo un benevolente ‘daño colateral’, favoreceremos el ahorro sin los manidos y odiados recortes con todo lo que conlleva el Gobierno Abierto: reutilización, software libre, información empresarial y/o comercial a disposición del mundo, control del gasto a mil ojos vista, etc., así como dinamizaremos el crecimiento económico dando acceso a datos abiertos para la generación de riqueza, aprovechando lo ya construido, mejorando en la añorada eficiencia y, en definitiva, conociendo la verdad para actuar en consecuencia, en nuestra vida personal, profesional, institucional o la que sea.

En manos de los que todavía representan a la soberanía popular, con obsoletos e inabordables programas desde su concepción, está liderar el cambio de modelo al Gobierno Abierto a la mayor brevedad. De momento, y con pena, observo que la voluntad política es, como dirían en la tierra de mi madre, ‘menos que nada’. No obstante, y visto el movimiento, de momento suave, que se está dando en la calle, tendrá que ser la gente, cada vez menos involucrada en la viejas reglas del juego de hoy, la que 220 años después imponga la verdadera transparencia: el Gobierno Abierto, para sonrojo de los que ahora tienen la oportunidad de hacerlo y, pudiendo, no quieren. La historia les retratará.

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