Participación extrema


Bien, ya hemos entendido lo que es transparencia y, con mayor o menor éxito, lo hemos integrado en nuestro discurso y parece que hay hasta voluntad de practicar el nudismo administrativo, social y político, e incluso es posible que diversos entornos privados se unan al striptease. Tan solo queda que lo que hasta ahora solo es una voluntad se convierta en normalidad en próximas y cercanas fechas, pero, de momento, felicitémonos porque algo ya hemos conseguido. Sin embargo, es bochornoso observar como los mismos actores que se llenan la boca con la, insisto, hasta ahora teórica transparencia, ni siquiera contemplan la participación en su camino hacia la diáfana tierra prometida.

Partiendo de la base de que votar cada cuatro años -como llevamos haciendo en las etapas democráticas de los países occidentales desde finales del Siglo XVIII- es un anacronismo que exige su adaptación tecnológica del Siglo XXI, no podemos pasar por alto que, mientras se soluciona la mayor, el compromiso de la participación está en manos de todas las instituciones, administraciones, gobiernos y partidos, que, como es público y notorio, no lo aplican, sencillamente, porque no les interesa.

Gobierno Abierto, no lo olvidemos, es Transparencia, Participación y Colaboración. Una vez superada la Transparencia -sí, lo sé, estoy soñando-, y obviando que el fomento de las otras dos premisas deberían haberse ejecutado en paralelo, es el momento llevar al extremo la participación, sin excusas. Las herramientas tecnológicas, hoy al alcance de cualquiera, nos lo permiten, pudiendo empezar a desarrollar la interactuación de forma inmediata e incluso a coste cero. La participación, también entendible como conversación, debe ser continua y capaz de influir en todos sus interlocutores, para conseguir, de forma natural, la Colaboración, alcanzando así las más altas cotas del Gobierno Abierto. Una administración, un gobierno o un partido, son responsables de integrarse en este diálogo, que está en la calle, así como de asumirlo y trasladarlo, en forma de tendencia, a su gestión, acción de gobierno o programa político. De nada, o de poco, nos va a servir la transparencia si no la ejecutamos en base a la participación. Consultar a los ciudadanos es fácil, es más, ni tan siquiera sería necesario consultar directamente de forma inicial. Un buen comienzo sería observar las inclinaciones en la red y de ahí extraer las necesidades de la población, datos mucho más fiables que los que reflejan las patrocinadas encuestas que tanto preocupan a los mismos que las pagan.

Es lamentable comprobar el miedo a la participación en aquellos que pregonan, falsamente, la transparencia. No puedo entender como todos los gobiernos no están preguntando de forma constante a quienes, supuestamente, les sustentan en tan alta responsabilidad. Tampoco entiendo como los partidos políticos eluden consultar a sus mismas bases por todo, de forma continua y en relación a las decisiones claves de dirección, programa e incluso listas. La empresa privada, siempre por delante, sí que utiliza, de forma extensiva, la participación de sus fieles, co-creando así el futuro de su negocio, claro que en ello les va la supervivencia. Más pronto que tarde, la supervivencia política, empezando por la de quienes han hecho de ella su forma de vida, pasará por la participación, la participación extrema.

Participacion

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