Inocencia política en las TIC


¿Son inocentes las decisiones que los gobiernos toman en materia tecnológica? ¿La tecnología está libre de ideología? Dos preguntas claves que, a buen seguro, tendrán mútltiples respuestas, todas ellas, por supuesto, cargadas de razón.

En los últimos años he tenido la suerte de construir estrategia TIC, tanto desde la solitaria parte de la toma de decisión, como desde la no menos expuesta área de la oferta. En ambos casos estuve, y estoy, en contacto con los responsables de tecnología, informática, telecomunicaciones, modernización y demás atributos de todas las Comunidades Autónomas y muchos Ayuntamientos, así como Cabildos, Diputaciones y Gobierno de España, e incluso no pocas administraciones del resto del mundo. Con todas ellas, de un lado u otro, siempre he tratado de colaborar haciendo un uso racional de la tecnología para mejorar la vida de sus ciudadanos, favoreciendo la eficiencia y el ahorro, los mayores beneficiarios en un entorno de buenas prácticas IT.

Estos últimos meses, tal vez por la cercanía de la primera cita electoral, Europa, y por el año escaso que nos queda hasta las municipales y autonómicas, he notado cierto revuelo en la toma de decisiones, finalmente reducidas a la lucha por el reparto presupuestario, un campo de batalla que ha dejado muchos heridos, e incluso muertos, desde que se proclamara abierta la excusa de la crisis. Después de observar el comportamiento de gobiernos de todos los colores, otorgando mayor o menor relevancia al crecimiento TIC, estaría en disposición de decir que verdaderamente la tecnología es inocente, y que está margen de la ideología política, ya que, en general, los objetivos que están tratando de cubrir a día de hoy, en líneas generales, son los mismos, teniendo como base la consolidación, eficiencia, virtualización y uso racional de la modernización. Sin embargo, y por desgracia, esta pureza ideológica no existe en su totalidad.

Partiendo de la base de que, en mi opinión, en un área tan técnica, la mayor relevancia en el buen hacer de la estrategia TIC reside, principalmente, en el máximo responsable tecnológico, que, con independencia de su ideología, sabe muy bien lo que tiene que hacer, hay determinadas decisiones que marcan el camino, y es ahí donde la inocencia deja de ser virgen y pasa tener relevancia doctrinal. Con el nuevo escenario de posibilidades tecnológicas, que evolucionan a marchas forzadas por la propia dinámica y competividad del mercado privado, la parte pública bien podría aprovecharse de ella, e invertir en aquello que, sin lugar a dudas, le traerá pingües beneficios a corto plazo, repercutiendo en los ciudadanos y, finalmenteme, retornando a las empresas, creándose así la perfección del círculo.

Luchar contra el fraude, en cualquiera de sus sucias vertientes, es ahora, única y exclusivamente, una cuestión de voluntad. Invertir en proyectos TIC enfocados a esta batalla no debería estar supeditado a presupuesto alguno, ya que el retorno es inmediato. Así mismo, sumergirse en proyectos de Big Data para conocer a tus propios ciudadanos, unir tendencias y adelantarte a acontecimientos sanitarios, fiscales, educativos o de cualquier otra índole, además de ahorrar en proporciones inimagibles posibles contigencias futuras, trasladarán a los ciudadanos, sin tan siquiera tener que decirlo, una verdadera política de Gobierno Abierto. Del mismo modo, conectar todos los centros públicos, así como facilitar esa articulación entre los propios ciudadanos, con independencia de sus recursos o condición social, pondrá al mismo nivel a todas las personas, paso previo a situar a los ciudadanos a la altura de los gobiernos, recordemos, principio fundamental de la Transparencia.

En resumen, si bien en líneas general de grandes proyectos de desarrollo e infraestructura, la tecnología es inocente, no lo es en otros muchos aspectos, que reflejan con claridad el grado de voluntad existente en los gobiernos para involucrar a su sociedad en la construcción de su comunidad, dándoles cancha en la toma de decisión política. Así mismo, la nula o escasa inversión IT evidencia la desgana en combatir el fraude, así como otras muchas formas de delicuencia, incluyendo la violencia de género, una desgracia social a la que no se le ha puesto foco tecnológico.

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