Parece que el mensaje de la Transparencia, tanto en el ámbito municipal, como en el autonómico, en el del Gobierno central y en otras tantas instituciones públicas, ha calado, y, mucho me temo, que a medida que se acerquen las inquietantes elecciones de 2015 –con cita en las urnas para todos ellos- la relevancia anti-opacidad será cada vez mayor, como ya estoy constatando de primera mano.
Desde aquí, invito a los alcaldes de los más de 9.000 municipios españoles, a los presidentes de las 17 comunidades autónomas –además de Ceuta y Melilla-, al Gobierno de España, Cabildos, Consells, Diputaciones, Mancomunidades, así como empresas públicas y cuantas formas de gestión son soportadas por las aportaciones de los habitantes de España, a que se animen a mostrar, abrir y compartir todo el proceso de gestión a sus legítimos dueños, a sus ciudadanos. De lo contrario, y no es una amenaza, a medida que la madurez democrática vaya haciéndose hueco en nuestro país, la relación de la sociedad con la política y la administración desechará, por lógica, a aquellos que se consideran dueños de lo que en realidad pertenece a la comunidad.
Ser transparente es muy fácil, tan solo hay que creérselo y dotarlo de voluntad política. Si no la hay, y se trata solo de cumplir con el expediente, no perdáis el tiempo. Es cuestión de sensaciones, de sentimientos. Cuándo no es así se nota, como en innumerables proyectos en los que se ha perdido el tiempo y, sobre todo, el dinero, tan solo para aparentar unas políticas que, en realidad, no lo son. Por lo tanto, no esperes a unos meses antes de las elecciones para construir un raquítico portal de Open Data, o un ridículo espacio de transparencia, por no hablar de elaborar leyes o decretos de difícil o imposible cumplimiento. No, esto no es Transparencia. Transparencia es voluntad y todavía estás a tiempo para demostrar que entiendes la necesidad de compartir la información, que quieres conversar con tu gente, que vas a trasladar a la acción política sus necesidades y sugerencias y, en definitiva, que estás dispuesto a repartir el poder, y devolvérselo a sus legítimos dueños: los ciudadanos.
Insisto: ser transparente es muy fácil, y aquí te dejo el decálogo de lo que puedes hacer antes de que los titulares de tu posición tengan a bien considerar que no son partícipes del proyecto, y, por tanto, construyan el suyo propio, que es lo que está sucediendo en otras democracias no muy lejanas a la nuestra:
- Creételo.
- Posiciona al ciudadano en el centro de la acción política.
- Establece los cauces de conversación ciudadana de forma inmediata, tanto presenciales como digitales.
- Construye cuantas herramientas sean necesarias para favorecer la participación ciudadana, que te permitan consultar, de forma constante, la acción de gobierno.
- Inicia una política de apertura de datos total, siempre en formatos reutilizables y que puedan ser interpretados por máquinas.
- Comparte información: de agenda, visitas, gastos, informes, actas, estudios…
- Si es necesario legisla, pero no obligatoriamente. La Transparencia se impregna, no se obliga.
- Mide todo lo que puedas: ratio de participación, asistencias, propuestas, solicitudes, respuestas, positividad, etc.
- Compara datos de los diferentes meses, pero, sobre todo, compara tus datos con los del resto de administraciones modelo en la acción de Gobierno Abierto.
- Traslada al equipo de Gobierno la filosofía de Transparencia en la gestión. Rodéate de los mejores.
Para llevar a cabo con garantías todos estos puntos existen números herramientas gratuitas de uso popular que ya están en manos de tus ciudadanos. Haz uso de ellas. También es verdad que, dependiendo del tamaño de tu administración, necesitarás invertir en alguna de ellas. Valdrá la pena.
Aún estás a tiempo. Bienvenido al futuro (cercano) de la política. La única forma de devolver a los ciudadanos lo que legítimamente les pertenece, que no es más que decidir sobre su vida, el lugar en el que quieren vivir y la sociedad de la quieren formar parte.