Hace ya algunas semanas, en concreto en los días que rondan la bienvenida de un año nuevo, me topé con un sucio e inmerecido adorno en uno de mis habituales paseos matutinos. No es que vaya por ahí denunciando pintadas de manera regular -me pasaría el día haciendo fotos- pero en este caso la consideré especialmente grave por su simbología, tipificado como delito en Alemania, país en el que he vivido largas temporadas y de cuya cultura estoy impregnado tras 15 años en un colegio alemán en Madrid. La imagen habla por si sola:
Sin embargo, entendí que la ‘obra de arte’, ante su espectacularidad, no necesitaba comunicación alguna y sería borrada de inmediato. Me equivoqué. Los días pasaron y por ahí pasaron personas de toda condición, supongo que ideas y incluso me atrevo a pensar que provistos de visión ocular suficiente para ser dañada por el ‘mensaje’. Nadie, aparentemente, denunció ni hizo nada, hasta que, para mi sorpresa, llegó lo que para alguien era la solución:
Más de tres semanas después de aparecer el grabado original, y emulando a la restauradora del Ecce Homo de Borja, hubo a aquien se le ocurrió que la mejor forma de hacer agradable a la vista semejante atropello era seguir invirtiendo en pintura. Sin entrar en valoraciones, comuniqué de inmediató esta ‘forma de arte urbano’ a través del móvil, aunque podría haberlo hecho de otras muchas formas, siendo ésta, para mi, la más cómoda e inmediata:
Teniendo en cuenta que la ‘incidencia’ se formuló un viernes, y el margen de actuación del Ayuntamiento en cuestión era muy reducido, me di más que por satisfecho cuando comprobé que finalmente se eliminó la huella de quienes por ignorancia desconocen el dolor que ha producido, y produce, determinada simbología:
Gobierno Abierto somos todos. Siempre lo he dicho. Gobierno Abierto son las pequeñas cosas, y son las administraciones las que deben facilitar la apertura con herramientas, cultura, implicación y, como no, ejemplo.
Todos debemos implicarnos en mejorar nuestro entorno. Tampoco se trata de convertir nuestro hábitat en un estado policial, pero mejor nos iría si, entre todos, tuviéramos la conciencia de mirar hacia dónde hay que mirar, y no torcer el cuello ante el atropello, la injusticia, el abuso y, por supuesto, la corrupción, esperando al inflado de la burbuja para, finalmente, minar las bases de nuestro sistema, que es, exactamente, lo que nos está pasando.